lunes, 20 de agosto de 2007

Pseudoentrevista laboral

Una vez más hoy fui a pedir trabajo. Fui a un lugar en donde se juega con las necesidades básicas -alimentación, hogar, salud, educación- de las personas. Y por no querer seguir el juego, me corrieron. Sólo por hacer preguntas al orador. ¿Orador? (se preguntará ud.) ¿No que fue a buscar chamba? En efecto, fui a un lugar en donde parte del "proceso" de contratación es una plática vacía de significado, rayana en niveles de charlatanería, en la que las personas que buscamos trabajo somos tratadas como público. Me encontraba incómodo e incluso molesto por la actitud del fulano que no dejaba de hablar salvo para hacer preguntas e interrumpir sistemáticamente a quien las respondía. Se lo hice notar y ¡zas! de pronto ya estaba abajo del edificio reflexionando ¿por qué había ido a ése lugar? Una señorita discretamente se acercó y me pidió: "por favor acompañe al joven" (un malencarado fulano al que yo no había visto al principio del "proceso"). Ingenuamente seguro de que tendría la oportunidad de regresar al salón, y que se explicara en público la razón por la que me habían pedido salir "sólo un momento", dejé mis cosas.
El joven a quien tuve que acompañar me señaló una silla junto a un pilar en donde debía setarme a esperar ¿a esperar qué? No pasaron ni cinco segundos y otra señorita se acercó de manera nada amigable -se le veía molesta- y, una vez dentro de "su oficina", me indicó: "le hemos llamado, pues como ud. bien debe saber su proceso termina en este mismo momento".

Cabe comentar que un año antes fui a un lugar similar, y logré "pasar la primera prueba" (soportar al orador). La segunda "prueba" fue un especie de examen de velocidad de atención al que ellos llaman "prueba psicométrica", pero no es más que una prueba para evaluar qué tan rápido es uno para obedecer. Ésta nos fue aplicada aquella vez ni más ni menos que por la señorita que me estaba indicando la puerta de salida. ¡!

Confundido, le dije que entraría por mis cosas. Y respondió automáticamente: "No se preocupe, ya están afuera". Volteé para verlas arrojadas encima de dos sillas. Sentí como una patada en el trasero, como un cuchillo en la espalda y hasta un poco de ridículo. Éso era lo que intentaban hacerme: ridiculizarme.

Quería entrar para pedir una explicación en público -como lo había prometido el susodicho orador al inicio de su exposición en caso de que alguno fuese "retirado", pero la señorita se aferró a la chapa de la puerta impidiéndome el regreso.- y entonces se acercó la primera señorita que me entrevistó -muy guapa por cierto- ¿qué ocurre? "quiero ver si hay algo más de mis pertenencias adentro". "Es que no puede interrumpir al orador." (...)
Yo tenía clase ypor tanto prisa. Revisé que no me faltara nada y me fui de ese extraño lugar pensando, esto lo tengo que comunicar o si no me va hacer daño...
La empresa supuestamente exitosa se hace llamar "Desarrollo Integral Empresarial, S. A. de C. V." (Y el nombre del fulano por ahí lo tengo anotado, pero ya no importa...)

Seguramente éste fulano le comentó (obviamente a mis espaldas) a quienes se salvaron de ser el chivo expiatorio: "hace unos momentos sacaron a un joven cuya actitud era incompatible con las necesidades de la empresa, pero más vale sacar la manzana podrida antes de que pudra a las demás. Es más, seguramente muchos de ustedes ni se dieron cuenta cuando salió". No es paranoia; lo viví el año pasado (con otro chivo expiatorio).
Finalmente, me llenaban sentimientos encontrados: indignación por el engaño, una sensación de alivio e incluso cierto orgullo por no haberme permitido tolerar la "plática" completa.

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